ALODIA CORRAL: LA GRAN DAMA DE LA RADIO CHILENA
Con 50 años en el dial, Alodia Corral, la mujer detrás del clásico programa "Recordando", tiene un récord que va más allá de una cifra numérica. Exponente de una radio de otra época, recuerda su gran amistad con Julio Martínez, dice que Chile es mucho menos pobre que antes y confiesa que llegó al tango por amor. Su única tristeza fue no haber sido madre, aunque no tiene culpas. "Fue el destino", afirma.
Domingo 14 de noviembre de 2010
por Felipe Rodríguez / LND
Foto: Esteban Garay
Desde que tiene memoria, Alodia Corral, la voz emblemática del programa radial tanguero "Recordando", tiene un recuerdo imborrable: todas las personas que la escuchaban hablar se sorprendían por su buen registro. "Les sorprendía mi tono ronco", dice. Era una época (a comienzos de los '60) en sepia. Todavía no existía la televisión e internet, era una idea de algunos desquiciados que escribían sobre ciencia ficción. El único medio glorioso y masivo era la radio.
Un día, mientras estaba con sus compañeras del Instituto Comercial de Santiago, Alodia tuvo su momento de lucidez. De esos que marcan un quiebre. En la Radio Santiago, un locutor dice "se necesita señorita que quiera aprender locución". Sus amigas la miran, pero ella duda. En la insistencia, sus compinches le ponen la pistola en el pecho. Irá sí o sí y todas la acompañarán. Dos días después, estaba saliendo al aire. "Me llamaron para decirme que había quedado y que tenía que ir a trabajar. No tuve ni tiempo para reaccionar ni ponerme nerviosa. En ese lugar, mis compañeros fueron mis profesores", recuerda.
Esa historia tiene 50 años. Los mismos que ella lleva frente al micrófono y que la reconocen, como menciona con orgullo, como la gran dama de la radio chilena.
La locutora pone reversa en el tiempo y suelta nombres de sus primeros años: Sergio Silva, Mireya Latorre, Ana González, Ofelia Gacitúa. Todos, sin excepción, figuras reconocidas y queridas por la gente. "Me sentía pequeña ante ese nivel de personas. Para mí, era un sueño", reconoce.
Al poco tiempo recibió una oferta de Radio Agricultura. Y se fue. Pero se perfecciona: ingresa a estudiar impostación de voz con una soprano y también al Teatro Experimental de la Universidad de Chile. "La profesora siempre me decía 'tienes una hermosa voz de soprano, pero un oído de burro'. Me mataba. Pero me hizo subir un tono. Mejoré", indica. Es la época de una radio que desapareció. Esa en que grupos y solistas se presentaban en vivo, había música de ballet, las revistas de música se agotaban en dos horas y se empezaba a palpar el rock importado de Estados Unidos. "En esos años tenía un programa con clásicos norteamericanos como Frank Sinatra o Doris Day", añade.
Alodia, separada y sin hijos, es reservada. No le gusta profundizar demasiado en sus afectos. Sólo cuenta que una persona muy cercana la sumergió en un vicio que sería su marca registrada: el tango. "Había escuchado tangos, pero no le había puesto mayor atención. Un amigo que hacía un programa de tangos empezó a mostrarme discos y me fui involucrando con el estilo. ¿Si era mi pareja? Algo así. No me gusta hablar mucho de mí. Soy de bajo perfil. Muchas veces me invitan de la televisión y siempre digo que no. Soy muy tímida. Lo que sí te puedo decir es que esa persona fue muy especial en mi vida", afirma.
Las historias tristes y fatalistas del tango fueron cada vez más de su gusto. Hasta que en 1968, un radiocontrolador le ofrece proponer un programa del estilo. Alodia no tenía ningún disco. Pero hace un experimento. A través de su programa, pide a los auditores algunos discos de Gardel, Troilo y Piazzolla como préstamo. La respuesta es magnífica. Decenas de personas llegan a facilitarle vinilos y se transforma en la voz de un clásico del dial: "Recordando". "Cuando ya teníamos material empecé a comprarme discos. Además, mi hermana se había ido muy joven a Buenos Aires e iba mucho a verla. Esa es la ciudad del tango, tú sabes, y me compraba muchos discos. Tengo una biblioteca con más de mil discos, cosas que ahora ya no se usan. Pero son buenos recuerdos", dice.
-Cumplió 50 años en la radio y 42 con "Recordando", que lleva casi diez años en Radio Portales. ¿Pensó alguna vez que estaría tanto tiempo en el medio?
-Cuando era niña jamás pensé que me dedicaría a la radio. Aunque siempre en el patio de mi casa tomaba una escoba y me ponía a transmitir. Eso me entretenía mucho. También, le recitaba poemas a mi mamá. Lo que sabía que era distinto era mi voz. No había una parecida a la mía. Todos me decían que era "la niñita de la voz ronca".
-En sus comienzos, era muy machista el ambiente radial
-En mis inicios, había muchas mujeres. Como te decía: Ana González, Mireya Latorre. Hubo un período en que un señor, del que no diré su nombre, dijo que las mujeres en la radio no servían y que no teníamos llegada con los auditores. Empezaron a echar a varias. Afortunadamente, no me pasó nada.
-¿Sintió el machismo?
-Más que machismo, era envidia. A veces me trataban mal. Pero son cosas que pasan. Por mi timidez, nunca fui una persona de pelearme demasiado. Creo que soporté varias cosas para seguir en la radio.
-¿Cree que hizo bien en aguantar?
-Por supuesto. La radio es mi vida. No sé qué haría en mi casa de no estar en radio. No tengo hijos, marido, mi familia está en Buenos Aires. La radio me llena y me ha dado satisfacciones. Tú sabes que me gané el Premio Archi (Asociación de Radiodifusores de Chile) a la mejor locutora en 1995 y durante el gobierno de Ricardo Lagos estuve entre las 20 mujeres más destacadas de Chile. Eso se lo debo a la radio.
-¿Por qué no tuvo hijos? ¿La radio le quitó tiempo familiar?
-Fue el destino. Una vez estuve embarazada, pero perdí mi hijo y nunca más pude embarazarme. Después, me separé de mi marido. Él falleció. Y nunca más quise emparejarme.
-Hace unos meses, en una entrevista, Sergio Livingstone decía que le gustaría llegar a su casa y estar acompañado. Al menos para tener alguien con quien conversar. ¿No siente esa necesidad?
-Nunca me pasó eso. Además, ya se me pasó la micro, hace mucho rato. Mi casa es mi refugio y soy feliz ahí. ¿Qué cosas me gusta hacer? Me gusta ver televisión, especialmente, la argentina y la española. Me gustan los programas de "chimentos" (farándula) argentinos y las películas españolas. En España, los locutores, por ejemplo, son antiguos. En Chile, si cumples 50 años, te echan. Éste es un país que no quiere viejos. Te podría dar cientos de nombres de locutores buenos que los largaron por su edad.
-Su nombre siempre fue particular. Sobre todo para los que tenemos más de 30 y la escuchamos alguna mañana de domingo en Radio Colo Colo. ¿Le ha ocurrido alguna situación curiosa por su nombre?
-Hubo una yegua que se llamaba Alodia Corral. Un día, estaba en la radio, y me llama una persona. "Le quería pedir una autorización", me dice. "Dígame", le respondo. "Me compré un caballo y le quiero poner su nombre". Le dije que ningún problema. En ese tiempo, la Radio Colo Colo transmitía las carreras y era terrible. Me invitaron a ver a la yegua en una carrera y cuando decían Alodia Corral por los palos, era gracioso. Me ponía nerviosa y no hallaba qué hacer.
-Sé que en un diario santiaguino también hubo un equipo de fútbol con su nombre
-No me extraña. Si la gente me quiere mucho.
-¿Cómo eran los tiempos de radio en la época de Pinochet?
-Nunca tuve un problema. La Radio Colo Colo, donde trabajaba, era pro Pinochet y jamás me dijeron ni censuraron nada. Esa radio fue la mejor en que estuve: éramos una familia. Locutores, controles, todos. Ah!, una de Pinochet. Tú sabes que el noticiario ahí lo hacían Carlos Sabag y Mario Pesce en tono cómico. ¿Los recuerdas?
-Sí, que echaban tallas mientras contaban las noticias
-Claro, se tomaban el pelo entre ellos y eran muy simpáticos. Bueno, Pinochet tenía una persona que todos los días le grababa el noticiario y él lo escuchaba en la noche.
-Como voz autorizada por sus años de radio. ¿Cómo ve la evolución del medio?
-Ahora no me gusta. Creo que no existen locutores buenos. Hay locutores como Sergio Campos, de Cooperativa, que es un muy buen lector de noticias. Pero los jóvenes no saben hablar, tienen mala dicción y tampoco mayor llegada entre el público.
-¿Quién es la mejor figura radial de todos los tiempos?
-Uffff... (piensa). Me gustaba mucho Sergio Silva, un señor de las comunicaciones. O Raúl Matas, un maestro, muy gentil. Cuando nos veíamos en las cenas del sindicato, siempre hablaba muy bien de mí. Lo admiro mucho. Javier Miranda también me parece importante. Tiene una estupenda voz. Pero el más importante es Julito Martínez. Es la figura más querida por lejos. Además, éramos grandes amigos.
-¿En serio?
-Tratábamos de vernos siempre. Íbamos con su señora, los tres, a bailar tangos. A Julito le gustaba el tango a rabiar. Lo quise mucho. Era un hombre con algo tan especial: simpático, culto, entretenido. Tengo, incluso, unas grabaciones de Julito en mi casa cantando "La cumparsita". No sé si tú sabías, pero cantaba fantástico.
-¿Cree que es merecido que hayan puesto su nombre al Estadio Nacional en lugar de a un deportista como Elías Figueroa?
-Por supuesto, es muy merecido. Hizo mucho por el deporte chileno. Además, sabía tanto y tenía una memoria salvaje. Se acordaba de cosas increíbles. Era prodigioso.
-¿Nunca le preguntó por qué jamás se fue de la casa de su madre, pese a estar casado?
-Mira, su madre era española y los españoles son muy especiales. Pero jamás hablamos de eso. Además, él convivía con su señora, Norma. Una mujer excelente. Hace tiempo que no la veo, pero cuando nos topamos en un supermercado de Pedro de Valdivia, nos saludamos con cariño. Como esposa y mujer fue una notable compañera de Julito.
-Duermo con la luz prendida toda la noche. Cuando estaba casada, también dormía con la luz prendida. Tengo un sobrino al que le pasa lo mismo. Duerme con su señora al lado y la luz encendida. Pero no sé si eso se deba a algún miedo. Lo que sí me da susto es tener una vejez con una enfermedad larga.
-¿Cómo era la vida radial de los '60 y comienzos de los '70? ¿Había mucha bohemia?
-Yo no trasnochaba nada. Iba de la casa a la radio y viceversa. He sido siempre lenteja y pava. Me gustaba ir al cine y cuando me casé, acompañaba a mi marido al estadio. Pero teníamos problemas. Él era de la Chile y yo de la Católica. Así que teníamos tremendas peleas en los partidos. Era la época en que se podía ir al estadio.
-Así que futbolera
-Desde que tenía 16 años pertenecía a la barra de la Católica e iba seguido al estadio. Mi adolescencia fue súper bonita. Andar en patines, en bicicleta. Ahora está distinto.
-¿Le gusta la juventud actual?
-Mmmm... los chiquillos actuales no saben lo que es vivir. Es tremendamente distinto. Ellos encuentran que estar con una muchacha está bien. Tienen sexo altiro.
-¿Le parece nocivo?
-Me parece mal que niños de 14 años estén en ésas y con niñas embarazadas a los 15.
-Pero eso siempre ha pasado
-Tal vez, pero no tanto como ahora. Antes había un respeto único. Yo pololeé cuatro años con un muchacho que estudiaba Agronomía. Y te digo algo: en todo ese tiempo nos dimos con suerte cien besos. Si era andar de la manito y nada más.
-¿Había mayor represión sexual?
-Para nada. Todo era más sano.
-¿Cree que todo tiempo pasado fue mejor?
-No. Chile, por ejemplo, está cada día mejor. Los pobres no son tan pobres como antes. Hemos avanzado porque existía mucha marginalidad. Se está tratando de arreglar la educación, pero hay cosas que no me gustan. La pérdida del respeto al profesor. Eso era fundamental. Creo que la televisión ha sido algo muy especial para los chiquillos. Empezaron a ver mujeres desnudas o con poca ropa y muchos programas abusaron de esos desnudos. No me parece.
-¿Hasta cuándo quiere seguir?
-Hasta que Dios quiera. Mientras la salud me acompañe, hasta que Dios quiera.