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EL TPP : o cómo ceder soberanía por secretaría

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Por : José Gabriel Palma en OpiniónPublicado: 03.11.2015

 

 

 

 

La tesis de los negociadores del Tratado Transpacífico es que los consumidores deben ser protegidos del gobierno y no de las corporaciones, señala el economista José Gabriel Palma en esta columna. Los países suscriptores, dice, restringirán su autonomía al aceptar que cortes supranacionales juzguen los reclamos de las multinacionales. ¿Qué pasará si el gobierno decide subir significativamente el salario mínimo, rechazar un proyecto por su daño ambiental o crear una AFP estatal? La respuesta, señala, es simple: “Las multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse para pedir compensación”.

Después de cinco años de negociación y siete desde que la idea fue planteada por primera vez, 12 países, incluido Chile, acaban de llegar a acuerdo sobre el Tratado Transpacífico o TPP (Trans-Pacific Partnership). De aprobarse, sería el mayor acuerdo de este tipo desde el pacto multilateral de Uruguay de 1994. Entre los muchos objetivos que se han destacado está liberalizar el comercio y armonizar la regulación en una amplia gama de sectores, incluyendo los aranceles agrícolas, y las patentes y los derechos de autor. También, y como objetivo estratégico fundamental, el TPP busca crear una instancia supranacional para que las corporaciones (especialmente las internacionales) puedan demandar a los gobiernos en cortes especialmente diseñadas para dicho fin, si sienten que han sido tratadas de forma que las perjudica.

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José Gabriel Palma (Foto de Rafael Palma)

Al reconocer esta nueva institucionalidad, los Estados miembros aceptan que en el futuro parte de sus atribuciones queden limitadas por estas instancias supranacionales, las cuales pasan a estar por sobre sus parlamentos y sistemas judiciales. Por ello, sorprende que hasta ahora este tratado haya sido presentado como si fuese fundamentalmente algo comercial, cuando este otro aspecto es de una envergadura mucho mayor. Entre otros cosas, con ello se acepta, ni más ni menos, que corporaciones multinacionales y dichas cortes tenga el derecho a restringir significativamente la libertad de acción de gobiernos elegidos democráticamente en una amplia gama de materias fundamentales para el desarrollo, como el bienestar, el crecimiento y su sustentabilidad.

Proponentes del tratado dicen que ya era tiempo de desbloquear La Ronda de Doha, estancada por 14 años. El TPP podría re-estimular la globalización y el crecimiento, en especial en sectores cuyo acceso ha estado limitado, como la agricultura. Sin embargo, sus propias estimaciones sugieren que el PIB de los países en cuestión podría aumentar en promedio apenas un 0,5% en los próximos cinco años. ¿Tanto ruido por tan pocas nueces? Incluso medios normalmente muy favorables a este tipo de tratados, como el Financial Times, han dicho que es poco probable que dicho tratado revierta la reciente desaceleración del comercio mundial.

Críticos del TPP enfatizan que el acuerdo va a colocar un techo muy bajo a los salarios, en especial en países de ingreso medio, como Chile, perpetuando en ellos la desigualdad. A su vez, limitaría la posibilidad de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores (pues incentivará el race to the bottom).

¿Qué pasaría mañana, en la era del TPP, si un gobierno decide hacer algo de verdad respecto de nuestros salarios de ineficiencia, y resuelve, por ejemplo, subir en forma ordenada (pero significativa) el salario mínimo? Muy simple: ahora las multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse, para pedir compensación.

También, como se mencionó, preocupa de sobremanera eso de ceder soberanía en una amplia gama de materias, en términos del nuevo espacio que permitirá a lo posible. Esté o no uno de acuerdo con la racionalidad, efectividad y justicia de las nuevas (y muy limitadas) coordenadas de lo posible, el sentido común indica que una decisión de esta naturaleza debería tener carácter constitucional. Ya tenemos el precedente de ceder soberanía por secretaria en el TLC con EE.UU., donde Chile aceptó emascular su política macroeconómica en materias de control de cambio. La diferencia es que ahora con el TPP eso ocurre con una gama inmensamente mayor de materias fundamentales para nuestro desarrollo, tanto humano, económico, social como político. Lo más probable es que como eso es impresentable, los spin doctors tiendan a enfatizar otros aspectos del tratado (igual pasó con el TLC).

Otro aspecto altamente controversial del tratado es que las farmacéuticas ganaron concesiones asombrosas, las que les permitirá restringir y retardar nuestro acceso a medicamentos genéricos. Incluso se limitará el acceso a la información que proviene de la investigación al respecto, la cual es fundamental para la innovación en dicha materia. Todo esto va a costar vidas.

Finalmente, se ha criticado el secreto que ha envuelto la negociación, ya que aún después de haberse llegado a acuerdo en Atlanta (el 5 de octubre), ocasión en la cual los 12 miembros pusieron su firma al tratado, lo único que se sabe con exactitud -al momento de escribir esta columna- es gracias a WikiLeaks. Y si bien el secreto se ha extendido incluso a nuestros parlamentarios, no ha sido así para un sinnúmero de multinacionales, las cuales no sólo pudieron ser parte activa de las negociaciones, sino que se les permitió a más de 500 de sus lobbystas y abogados participar en lo que eufemísticamente se llamó “colaborar” en la redacción de los acuerdos. Varios de los negociadores oficiales (delegados de países) ya se están reencarnando como representantes de las multinacionales en las distintas instancias del TPP.

LAS CRÍTICAS EN EL CONGRESO DE EE.UU.

Se estima que en algunos países no va a ser fácil ratificar el tratado. Lo clave es lo que va a pasar en los congresos de EE.UU. y Japón, los dos pilares del acuerdo. En el Congreso de Estados Unidos los demócratas ya han criticado su aspecto laboral (lo cual −salvo por WikiLeaks− hasta ahora sólo conocen (en espera del texto oficial) por resúmenes disponibles en salas protegidas de lectura). Según un senador demócrata, para las multinacionales el TPP “es como una gran vasija al final del arco iris, llena de monedas de oro”. Hasta Hillary Clinton criticó su aspecto laboral, pues “no pasa ni la vara mínima al respecto”. También criticó la falta de interés por regular la manipulación cambiaria. Si bien el Presidente Obama ya tiene el “fast-track”, la nueva alianza (poco santa) entre Clinton, Sanders y Trump no le va a ayudar.

¿Y si un gobierno decide colocarle un royalty de verdad a las multinacionales del cobre, para recuperar la renta minera que aún en la actual Constitución pertenece a todos los chilenos? La ira de Voldemort caerá como un relámpago

Pero la alianza (aún menos santa, particularmente entre industrias del ayer), como las tabacaleras, los grandes contaminantes (como los del petróleo y carbón), Wall Street, Hollywood y los medios de comunicación, junto a las farmacéuticas no ha escatimado esfuerzo (y gasto) en su apoyo. En definitiva, la única opción que va a tener Obama para poder aprobarlo en el Congreso es apoyarse en los republicanos −a riesgo de que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto- (¿suena conocido?).

En el caso japonés, Shinzo Abe, el primer líder nacido después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y ex-ejecutivo de una gran acería, es conocido por su lejanía con los intereses agrícolas que podrían ser afectados. De hecho, llegó a ser presidente de su partido (PLD) derrotando a quien era entonces el ministro de Agricultura. Su cercanía a sectores potencialmente beneficiarios prácticamente asegura su ratificación. Sin embargo, el reciente cambio político en Canadá es una complicación inesperada, aunque el fuerte apoyo de Australia y Nueva Zelandia, los que tienen más que ganar por su gran potencial agrícola y ubicación geográfica, lo compensa.

Hay sectores, como el lobby agrícola en los EE.UU., que están entusiasmados con la apertura del mercado japonés, aunque no están igualmente contentos por el mayor acceso australiano a su mercado del azúcar. La industria automotriz japonesa también ve bien la apertura parcial del NAFTA en términos de las reglas de origen del sector automotor. El FMI y el Banco Mundial tienen los dedos cruzados para que el tratado dé un impulso al debilitado comercio mundial. Pero, a excepción de pocos productos -como los mencionados- el nivel actual de las tarifas ya es bastante bajo; y Chile ya tiene tratados comerciales con todos los países del TPP, incluido con aquellos que se rumorea pueden sumarse más adelante, como Corea del Sur.

Y China, el mayor socio comercial de la mayoría de los países del tratado, ha sido excluida deliberadamente del TPP, con el peligro de que el efecto del tratado, aún en lo comercial, sea negativo, pues sin China el efecto “desviación de comercio” puede perfectamente dominar al de “creación”.

El tratado también tiene una serie de cláusulas que limitan fuertemente el campo de acción de empresas estatales, aspecto que domina el modelo chino, en favor de las multinacionales. Pero con el pragmatismo que las caracteriza, muchas empresas chinas (incluida estatales) ya están instalando plantas de ensamblaje en Vietnam para aprovechar las nuevas ventajas de acceso de ese país al mercado norteamericano.

LAS NUEVAS CORTES “MICKEY MOUSE”

tpp-mickymouse-342x350.jpg¿Y Chile? Como decíamos, nuestro país ya tiene tratados comerciales con todos estos países, y el TPP no innova en materias relacionadas a nuestros principales productos de exportación. Por tanto, poco puede cambiar en esa dirección. ¿Por qué entonces es tan fuerte el apoyo de la derecha, y tantas las loas de los viejos estandartes de la Concertación? Una pista: sólo cinco de los 30 capítulos del tratado dicen relación con comercio internacional. Otra: nuestro ex-presidente, “the trader’s trader”, fue uno de sus instigadores. ¿Sería tan arriesgado pensar que el TPP también tiene relación con la marea político-social que comienza a complicar al modelo neo-liberal en tantas partes del mundo? ¿Busca el TPP crear un dique de contención al respecto? En jerga de economista: ya que este modelo pierde su semblanza a un equilibrio Nash, nuevas instituciones supranacionales, creadas específicamente para ello, pueden fortificarlo −como cuando un equipo cae en la tabla, es hora de salir al exterior a buscar refuerzos-.

¿Qué pasaría mañana, en la era del TPP, si un gobierno decide hacer algo de verdad respecto de nuestros salarios de ineficiencia, y resuelve, por ejemplo, subir en forma ordenada (pero significativa) el salario mínimo? Muy simple: ahora las multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse, para pedir compensación.

¿Y si se decide hacer algo radical contra el tabaco? Las corporaciones del rubro (las únicas que pueden elaborar un producto que se puede vender en forma legal, y que mata al usuario si éste hace exactamente lo que se le dice debe hacer con el producto) podrán hacer lo mismo. Y si a una multinacional se le niega el permiso para llevar adelante un proyecto por sus daños medioambientales, ésta podrá hacer lo mismo, pero esta vez para pedir compensación por todas las utilidades que podría haber ganado si se le hubiese autorizado seguir adelante.

¿Y qué pasaría si un gobierno decide colocar un techo a la tasa de interés máxima efectiva anual que puedan cobrar las instituciones financieras no mayor a (digamos) 20 puntos porcentuales sobre la tasa de referencia del Banco Central? ¿Y si al mismo tiempo transforma al Banco Estado (empresa estatal, aunque les de vergüenza colocar el “del” en el nombre) en una fuente realmente efectiva de acceso al crédito barato para personas de ingreso bajo y PYMES? ¿O si un gobierno decide crear una AFP estatal como remedio paliativo al actual sistema? (la Comisión Bravo estima que entre los años 2025 y 2035 la mitad de los pensionados recibirá una jubilación que no superará el 15% de su sueldo). En estos casos, la compensación a las corporaciones afectadas podría ser mucho más sustancial por la osadía de querer usar empresas estatales para interferir en el así llamado mercado (¿habrá alguien en Chile que todavía crea que lo que existe se asemeja a un “mercado”?). Si Adam Smith supiera en lo que terminó su quimera…

La hipótesis de trabajo del TPP, como predicaba Milton Friedman, es que hay que proteger a los consumidores de las interferencias del gobierno, y no de los abusos de las grandes corporaciones

¿Y si una futura superintendenta de pensiones, a diferencia de la actual, no aprueba (y menos en forma express) la creación de una AFP fantasma, sin infraestructura ni afiliados, cuyo único fin aparente es realizar un “goodwill tributario”, que permite a la AFP matriz una rebaja tributaria de $ 80 mil millones? ¿Y si un gobierno decide colocarle un royalty de verdad a las multinacionales del cobre, para recuperar la renta minera que aún en la actual Constitución pertenece a todos los chilenos? La ira de Voldemort caerá como un relámpago.

Lo mismo si el gobierno decide recuperar y licitar las aguas de las lluvias y las del derretimiento de las nieves, regaladas (¿auto-regaladas?) deshonestamente por los iluminados de la dictadura; o si se decide hacer igual cosa con los derechos de pesca, regalados deshonestamente por nuestra (boleteada) democracia. La nueva institucionalidad supranacional, en lugar de crear espacios para reparar fraudes sistémicos, los va a legitimar, pues será mucho más difícil (caro) repararlos.

Y, como decíamos, si se decide implementar nuevamente controles de cambio, como los del ’90 (tan efectivos en su época, a pesar de su timidez) −para así poder tener un tipo de cambio más estable y competitivo− no sólo habría que saltar la vara artificial del TLC, sino que ahora habría también que compensar a cuanto especulador le de una pataleta. Y olvídense de la posibilidad de hacer política industrial “vertical”, como en Asia, pues dicha política es por definición, un mecanismo que interfiere en la asignación de recursos (con ganadores y perdedores; un ejemplo sería un royalty diferenciado a la minería del cobre para incentivar su industrialización).

¿Y si un gobierno decide (¡por fin!) actuar en defensa de los consumidores, para acabar con tanto abuso? No se sorprendan si en el futuro un gobierno tenga que ir a pedir permiso a las nuevas cortes para poder mirar dentro de una salchicha. La hipótesis de trabajo del TPP, como predicaba Milton Friedman, es que hay que proteger a los consumidores de las interferencias del gobierno, y no de los abusos de las grandes corporaciones.

EL NOCIVO EFECTO EN EL ACCESO A LOS FÁRMACOS

Entre los pocos temas en los que ha habido algo de debate, está el de los efectos del TPP en el precio y en el acceso a fármacos, en especial a los genéricos. Como en tantas otras áreas, salvo por lo publicado en WikiLeaks, poco se sabe del detalle del acuerdo, en especial su letra chica. La preocupación es obvia, dado el abuso sistémico de las farmacéuticas. Por ejemplo, según un informe de la revista Journal of National Cancer Institute, 11 de los 12 nuevos medicamentos contra el cáncer aprobados recientemente por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. se comercializan a un precio de más de US$100.000 al año ($70 millones, en algunos casos mucho más). Esa cifra es el doble del ingreso promedio anual de los hogares norteamericanos; y para qué decir de los otros países del TPP.

Un signo de los tiempos que se nos vienen encima es que hace un mes un conocido hedge fundmanager compró los derechos de un remedio esencial para combatir el VIH, e inmediatamente multiplicó su precio por 55 (de US$13,5 a US$750; o del ya caro $9.300, a más de $500.000 por pastilla). Todo, por supuesto, en nombre de la ciencia y del progreso. Nuestro emprendedor ya había sido acusado de ganar plata ilegalmente vía short-selling acciones de empresas biotecnológicas usando información privilegiada (que obtenía pagando a funcionarios públicos), y difundiendo informaciones falsas sobre dichas empresas. ¿Velarán las nuevas cortes por el juramento hipocrático “En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos”; o ayudarán al camello a pasar por el ojo de la aguja?

Cuesta creerlo, pero como explicaba un conocido premio Nobel de Medicina, “se han dejado de investigar antibióticos porque eran demasiado efectivos y curaban del todo”. Estas son las farmacéuticas y los especuladores que ganaron por goleada en la negociación del TPP. A diferencia de un naufragio, ¡sálvense quien pueda (pagar)! Si un nuevo gobierno decide poner orden en este negocio, la irritación de dichos jueces será bíblica.

Hasta para el New York Times lo que pone en evidencia esta cláusula es evidente: ‘la prioridad [en el TPP] es la protección de los intereses corporativos, y no el promover el libre comercio, la competencia, o lo que beneficia a los consumidores

Como si todo ese abuso no fuese suficiente, en Chile hay que sumar la posición prácticamente impune de las cadenas farmacéuticas −tres de ellas controlan el 90% del “mercado”- que les permite rentar sistemáticamente (a veces en forma legal, en otras no) de su posición oligopólica. Ello emana de que el TDLC, que debería velar por la competencia, no es más que un buldog sin dientes.

Y para qué decir el escarmiento si a un gobierno se le ocurre la herejía de crear una empresa estatal que produzca masivamente genéricos; o una que se encargue de velar por una distribución equilibrada; o si decide masificar el experimento de Daniel Jadue en Recoleta (quien, como buen ciudadano de origen Palestino, parece tener una genialidad especial para enfrentar fallas de mercado).

CUANDO EL PASADO NI SIQUIERA HA PASADO

Alguien podría decir, y con razón, que las futuras compensaciones tipo TPP no tienen nada de original. Cuando en 1834 Inglaterra decidió abolir la esclavitud, pagó 17 mil millones de libras esterlinas −o US$26 mil millones (en moneda actual)− como compensación a los dueños de esclavos, incluido miembros insignes de la House of Lords, muchos de los cuales habían comprado sus títulos de nobleza con lo obtenido en el comercio de esclavos (algunos de sus descendientes aún se sientan en dicha ilustre Cámara). Esa generosidad no se extendió a los esclavos por lo sufrido en tamaña falla de mercado.

El TPP revela que el pasado ni siquiera ha pasado. Adam Smith ya condenaba a las elites de su época, por creerse “los dueños del universo”; por comportarse de acuerdo a lo que él llamaba “su vil máxima: todo para nosotros y nada para los demás”. Jorge Bergoglio, en su discurso sorprendentemente directo para un Pontífice, toca el mismo tema:

Mientras que el ingreso de una minoría aumenta exponencialmente, el de la mayoría se desmorona. Este desequilibrio es el resultado de ideologías que defienden la autonomía absoluta del mercado y de la especulación financiera, negando el rol verdadero del Estado en la economía, que es el de velar por el bien común. De esta forma, se instaura una nueva forma de tiranía, aunque a veces ella sea poco visible o virtual, la cual impone sus propias leyes y reglas en forma unilateral e irremediable”.

Y como en toda tiranía, cortinas de hierro (ahora algo más sofisticadas, del tipo TPP) son muy prácticas. El objetivo evidente de la nueva institucionalidad jurídica supranacional que intenta crear el TPP es limitar (como en el pasado) el campo de maniobra de los gobiernos al área que las grandes corporaciones consideran “tolerable” en materias que van de lo salarial a lo tributario, de la regulación financiera a los derechos de los consumidores, del acceso al Internet a varias libertades individuales, y del medioambiente a la salud pública. Y ahora nada mejor que cooptar a los representantes de los agobiados para vender esta pomada.

Una de las cosas que ya se sabe (nuevamente gracias a WikiLeaks) es que lo que va a primar por sobretodo son “las expectativas de retorno razonables de las multinacionales” (¿?). Todo esto dentro de un contexto garcíamarqueano, típico de TLC “moderno” (esto es, uno que tenga poco que ver con el comercio), llamado “expropiación indirecta”, bajo la idea de que también se considerará como expropiación “la medida en la cual la acción del gobierno interfiere con expectativas inequívocas yrazonables en la inversión“.

Aquí hay tres palabras clave; la primera se refiere a la “interferencia” del gobierno. ¿Cuál va a ser la diferencia, por ejemplo, entre una interferencia, y una acción de orientación keynesiana de un gobierno democrático que, representando la voluntad popular, busque la defensa del medioambiente, de los derechos de los consumidores, del acceso a la salud, a la educación, o de la estabilidad macroeconómica? Segundo, ¿quien va a definir qué es lo “razonable”? Por decir lo obvio, no hay área más relativa que esta. Para mí seria lo más razonable del mundo que a Jorge Valdivia se le otorgara La Orden al Mérito, grado Comendador, por su contribución a la genialidad del mediocampo. Y tercero: ¿qué es una inversión? A diferencia de, por ejemplo, actividades puramente especulativas, movimiento de capitales golondrinas, y actividades de traders que sólo buscan beneficiarse explotando fallas de mercado (muchas veces en el área gris de lo legal).

Con el TPP, a la mayoría de los chilenos también se nos declara incapaces de decidir en un amplia gama de materias de política económica, y se nos designa un nuevo curador ad hoc (cortes títeres supranacionales) para que, otra vez − para nuestra propia protección y la de nuestros bienes− decida por nosotros…

¿Son cortes Mickey Mouse, pobladas de jueces que parecen la imagen popular del juez Griesa, las más indicadas para definir estos temas? No nos olvidemos que hace muy poco, a pesar de que el gobierno de Chile le había anunciado a los cuatro vientos que lo que pedía Bolivia era erosionar un tratado existente, una corte internacional (y una que es de verdad) decidió, y por gran mayoría, declararse competente en esta materia limítrofe.

Como curtidos vendedores ambulantes, los del TPP agregaron disposiciones que, aparentemente, atenuaban el impacto de lo anterior, pero todas tienen sus “normalizadores”. Por ejemplo, un artículo afirma que “no hay nada en este capítulo que impida a un país miembro regular el medio ambiente, la salud u otros objetivos de esta naturaleza”. Pero de inmediato agrega: “pero tal regulación debe ser compatible con las otras restricciones del tratado”.

Monsanto, por ejemplo, no tendrá problema alguno para demandar a cualquier país que se oponga al uso de sus productos genéticamente modificados diga lo que diga la regulación existente sobre el medio ambiente o la salud. Por definición, lo razonable se define como aquello que quiere Monsanto.

Hasta para el New York Times lo que pone en evidencia esta cláusula es evidente: “la prioridad [en el TPP] es la protección de los intereses corporativos, y no el promover el libre comercio, la competencia, o lo que beneficia a los consumidores”.

En buen castizo, uno va a poder hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, siempre que lo que quiera sea lo que el TPP (y sus cortes versallescas) estipulen como “razonable” (en lugar de “interferencia”), aún en el caso de que ello se refiera a actividades puramente especulativas (y muchas veces destructivas).

Cualquiera semejanza con nuestras transiciones a la democracia es pura coincidencia. En ellas podíamos recuperar nuestra tan deseada libertad de expresión, siempre que en la práctica no exigiésemos, y finalmente ni creyésemos, en lo que previamente había estado prohibido decir.

Para decir lo obvio, la modernidad neo-liberal no es más que transformar lo que Abraham Lincoln llamó “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, en el gobierno “del 1%, por el 1% y para el 1%”. Y para consolidar esta nueva realidad se requiere de muchas cosas, incluida una nueva jurisprudencia.

EL TPP COMO SEGURO AL INMOVILISMO

El problema fundamental para nuestro modelo neo-liberal es que no hay muchas formas de ordenar el puzzle para que el resultado sea un modelo político-económico que le entregue −en democracia, y año tras año− más del 30% del ingreso al 1% de la población. Cuando comienzan a haber temblores grado 3, es tiempo de salir a comprar seguros externos que ayuden la inmovilidad (la alternativa siempre disponible es activar el Exit Mode, aumentando la inversión externa en el resto de America Latina).

Una forma de comprender el dilema de nuestro modelo neo-liberal criollo, es mirarlo desde la perspectiva de la teoría del caos: este modelo es como uno de esos sistemas complejos que son muy sensibles a las variaciones en las condiciones iniciales. Pequeñas variaciones en dichas condiciones pueden implicar grandes diferencias en su desarrollo futuro. Esto sucede aunque estos sistemas son en rigor bastante determinísticos, dado sus condiciones iniciales. La esencia de un modelo así (a diferencia de lo que nos quiere hacer creer tanto mandarín del modelo, con sus predicciones apocalípticas a cualquier cambio, en especial en cuanto al empleo) es que es prácticamente imposible predecir el resultado de un cambio, por pequeño que sea (siempre me entretengo tratando de explicar esto a mis alumnos de econometría, pues cualquier cambio puede generar dinámicas irreplicables).

A diferencia de la física de Newton, que puede entender con precisión el movimiento de dos cuerpos que interactúan por medio de la gravedad, si un modelo complejo de acumulación (como el actual) es sujeto a un shock múltiple, la dinámica del movimiento es impredecible. Por consiguiente, todo cambio es muy delicado −y resbaladizo-. Cualquier seguro, al precio que sea −qué importa si éste conlleva perdida de soberanía a cortes de dudosa reputación− es muy bienvenido.

Y lo de dudosa reputación es porque estas cortes han sido diseñadas específicamente para maximizar los conflictos de interés de sus miembros. Los tribunales que van a dirimir los litigios en el TPP serán integrados por jueces y abogados que van a alternarse en sus funciones. Esto es, rotarán entre servir como jueces en los tribunales, y actuar en representación de las corporaciones que llevan sus causas a dichos tribunales. Si como jueces son afectuosos con las multinacionales, podrán esperar jugosos contratos como litigantes cuando se reencarnen en el periodo siguiente como simples abogados.

Para la senadora demócrata Elizabeth Warren (no se olviden de este nombre), eso ya es lo que botó la ola, o como diría un romano, el non plus ultra del TPP. ¡Para el Guiness Book of Records! (sección conflicto de interés). Si hay algo que la ideología neo-liberal domina a la perfección es la tecnología del poder (una pena que no pase lo mismo con muchas de las tecnologías productivas).

Por eso, llamar estas cortes “Mickey Mouse”, como lo hago aquí, es sobrestimarlas −en el sentido que la Real Academia Española define esta última palabra−, esto es, estimar algo por encima de su valor.

Otro problema fundamental de nuestro modelo neo-liberal es que necesita sincronizar dos lógicas distintas: la del desarrollo nacional, y la del capital globalizado (nacional y extranjero). La sorprendente falta de industrialización de nuestro sector exportador es el mejor ejemplo del conflicto entre ambas lógicas: como diría un griego, ahí si que no hay sinfonía entre los intereses de nuestro desarrollo económico y el de las multinacionales que se quedan artificialmente en lo puramente extractivo. China: ¡Qué excusa más manoseada!

El supuesto implícito con que se ha trabajado en Chile desde las reformas, tanto en dictadura como en democracia, es que ambos intereses −los del desarrollo nacional y los del capital globalizado− son prácticamente idénticos (como un diagrama de Venn con dos conjuntos que tiene casi todos sus elementos comunes). Como cada día es más evidente que eso no es así, un TPP es muy bienvenido para asegurar la primacía del segundo.

Antes de las reformas, la hipótesis de trabajo en política económica fue que ambas lógicas eran contradictorias; ahora, que ellas son indistinguibles. ¿Por qué será que en lo ideológico la tradición iberoamericana sólo puede avanzar multiplicando por menos 1, esto es, con retroexcavadoras?

Hirschman nos decía hace años que la formulación de políticas económicas tiene un fuerte componente de inercia. Por tanto, a menudo éstas se continúan implementando rígidamente aunque ya hayan pasado su fecha de vencimiento y se transformen en contra-productivas. Esto lleva a tal frustración y desilusión con dichas políticas e instituciones que es frecuente tener posteriormente un fuerte “efecto rebote”. ¡Tanto se ha hablado de la famosa retroexcavadora de Quintana!

Lo que se olvida es que las retroexcavadoras son endógenas a los modelos inmovilistas. Los Chicago Boys no fueron una retroexcavadora exógena, ni menos original del modelo anterior. Ese modelo, por no adaptarse en su época al cambio (como lo hicieron procesos similares en Asia), generó las condiciones para tal retroexcavadora. Los Chicago-Boys, con Sergio de Castro a la cabeza, fueron sólo los yihadistas encargados de manejarla. Y por eso la retroexcavadora fue tan burda (El Ladrillo); no hay que olvidar que el núcleo de la gran “modernidad” chicaguense fue simplemente transformar lo que antes era vicio en virtud, y lo que antes era virtud en vicio. No se quejen ahora mis amigos neo-liberales si en el horizonte comienzan a ver una retroexcavadora marca déjà vu.

En otras palabras, hay pocas formas de organizar nuestra economía para que unos pocos (nacionales y extranjeros) puedan seguir llevándose la inmensidad que se llevan. La actual está hecha a la medida: lo que prima es la especulación financiera, todo tipo de rentas oligopólicas, subsidios del Estado, y la piñata de los recursos naturales (la diferencia entre nuestra oligarquía y la de los tiempos del Gran Señor y Rajadiablos es que la actual cree que su derecho de pernada se refiere a los recursos naturales). Y como acaba de quedar más que en evidencia en estos días con el último escándalo de colusión, también prima la peor hipocresía: como nos dice un conocido dirigente empresarial, refiriéndose a la reacción de la SOFOFA y otros empresarios, “los lamentos por colusión son [sólo] un show”.

En este modelo neo-liberal, el eje de la acumulación son las fallas de mercado, los privilegios, la poca competencia, las instituciones tímidas, y una inteligencia “progresista” llena de conflictos de interés. Sólo un contexto como este puede premiar tanto a especuladores, rentistas y traders, a los traficantes de influencias políticas y de información privilegiada.

No cabe duda que eso castiga a la inversión real, a la diversificación productiva, a la absorción tecnológica y a la industrialización del sector exportador (pues así pocos se van a molestar en invertir más allá de lo necesario para depredar recursos naturales en forma competitiva, y desarrollar actividades no transables de bajo desafío tecnológico). En un contexto así, la desigualdad es tan melliza de la ineficiencia como la ley de la gravedad lo es de la manzana: una economía que es un paraíso para especuladores, rentistas y traders sólo puede ser un purgatorio para el sector real y los consumidores (el limited access order de Douglas North intenta mirar en esta dirección).

Y como en democracia no hay muchas formas para organizar esto, para continuar asegurando el inmovilismo a la mayoría de nosotros se nos tiene que declarar “interdictos” en un número creciente de materias. Primero se nos declaró judicialmente incapacitados para decidir en materias de política monetaria y de tipo de cambio; por tanto, se nos designó un curador imparcial (Banco Central “independiente”) para que velara por nuestra propia protección y la de nuestros bienes. Después se intentó colocar una camisa de fuerza al gasto público. Finalmente, ahora con el TPP, a la mayoría de los chilenos también se nos declara incapaces de decidir en un amplia gama de materias de política económica, y se nos designa un nuevo curador ad hoc (cortes títeres supranacionales) para que, otra vez −y también para nuestra propia protección y la de nuestros bienes− decida por nosotros cuál es el rango de lo “razonable” en dichas materias. Regístrese, comuníquese, publíquese y archívese.

Falta poco para que en una elección presidencial lo que realmente esté en juego sean temas tan trascendentales como si cambiamos el horario en invierno, o si el monumento a Sampaoli (muy merecido) debería estar en el Estadio Nacional o frente a La Moneda (junto a mi Tío Abuelo). Y seguro que entonces Conicyt abrirá una convocatoria para estudios que traten de explicar la sorprendente abstención electoral.

No se quejen tanto mis amigos neo-liberales, entonces, cuando aparezca un populista con una retroexcavadora tamaño XXXL.

Para Žižek, la última victoria político-ideológica es cuando unos comienzan a contar las historias de los otros como si fuesen propias. Con el TPP, la nueva (bueno, ya harto vieja) centro-izquierda da cátedra en eso, sin entender que las cosas están cambiando. Parece que no entienden la regla deloffside. Lo más inherente del inmovilismo es su falta de ideas. Y como decía Maquiavelo, eso no sirve ni para ganar a amigos ni para derrotar enemigos.

Según Darwin, al final, el que sobresale, el que tiene éxito en el largo plazo, no es el más fuerte, ni siquiera el mas inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio. Ahí esta el Talón de Aquiles fundamental del sistema actual: no puede, casi por definición, adaptarse al cambio. Cualquier cambio implica gran incertidumbre. El inmovilismo es la única certeza. ¡Nunca nos ha hecho tanta falta un Piloto Pardo! (y cómo nos sobran los “Sir” Shackleton).

En resumen: cuando nos insistan que el TPP es un tratado “comercial”; que abrirá grandes oportunidades a nuestras exportaciones; que nos dará el tan necesario impulso para salir del actual pantano; que gracias a él nos codearemos con la mejor gente, sepa que estarán tratando de pasarnos gatos por liebre. Pues hoy, la mejor forma de pasar gatos por liebre es llamar al gato libre comercio. De la misma forma que si alguien le preguntase a Enrique Correa o Eugenio Tironi cuál es la mejor forma de vender un auto de segunda mano en mal estado, seguro que dirían: llámelo libre comercio.

Joan Robinson −la mejor economista mujer de la historia− ya nos decía hace tiempo que “la razón para estudiar economía no es la de adquirir una serie de respuestas ya elaboradas a problemas económicos, sino la de aprender lo necesario para no ser engañados por economistas”. Eso es hoy más cierto que nunca.

Ya era hora de hacerles un margin call a nuestros vendedores del TPP, pues es el momento de que pongan más sustancia en sus argumentos. Como dice la canción: fue tu mejor actuación; pero perdona que no te crea, pues lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada. Estudiado simulacro.

 

FUENTE: WWW.CIPERCHILE.CL


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¿Alguien podría resumir el tremendo copy/paste?, ha sido latero leer tanta cosa basada en supuestos... ¿que pasaría si...?.

 

El título del artículo es "tipo LUN". El TPP es por si solo un tratado de comercio, no una instancia que implique soberanía. Todos los tratados de comercio involucran establecer ciertos mecanismos de igualdad, de tal forma que los países ya no operen como individuales, sino que como bloque.

 

Ahora, a mi juicio, el artículo trata de convencer de lo contrario, pero no lo logra porque no fundamenta, solo dispersa las ideas. No hay un "por qué" es malo el TPP, no hay análisis de lo que abarca el TPP... en ese sentido, el autor, economista graduado en Oxford y que tiene buenas columnas en algunos medios digitales, peca al convertirse en opinólogo... en un artículo sobre economía, mezcla ingredientes incompatibles: ideología, política y economía.  

 

Como dato: el acuerdo del TPP se firma en el 2016 y de ahí pasa al congreso para su aprobación. Lamentablemente todas estas instancias son materiales legales y por ende, pasan por las manos de nuestros legisladores... ese debiera ser el primer temor, no lo que vayan a hacer las multinacionales. Tanto Mickey Mouse y tanto miedo a las empresas, cuando el verdadero temor está sobre los representantes escogidos en las elecciones anteriores y quizá las futuras.

 

Eso debió haber advertido el tan astuto señor Palma.


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#3
oskar

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[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: Destape al TPP  
 

Por Ruperto Concha / resumen.cl

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El miércoles pasado se venció el plazo para levantar el secreto en torno del Proyecto de Acuerdo Trans Pacífico de Asociación Comercial, o Tratado Trans-Pacífico, que el régimen de Barack Obama atesora como la gran realización de su gobierno. El proyecto es un mamotreto de 6.194 páginas en inglés altamente técnico, compuestas en 30 capítulos que, en gran parte, se ocupan de temas que tienen poco o nada que ver con aranceles, tarifas, importaciones y exportaciones, que se supone que es el tema del tratado.

 

Supuestamente las organizaciones sociales, los sindicatos y, por supuesto, los señores parlamentarios, se las arreglarán para estudiar y analizar concienzudamente ese enorme proyecto, dentro del plazo de 90 días, al cabo de los cuales tendrán que decidir si el texto ya aprobado en el cónclave de Atlanta, Estados Unidos, será o no ratificado por el Congreso, con lo que pasaría a tener fuerza de ley.

Por supuesto aquí en Chile nuestros parlamentarios seguramente son toditos personas de elevada cultura y conocimientos serios sobre economía, sociología, política internacional y estrategia en el escenario militar del siglo 21, entre otras cosas. Además, por supuesto, todos saben muchísimo inglés y no tendrán ninguna duda en captar las sutilezas del lenguaje jurídico elaborado por los equipos de abogados de las grandes transnacionales. ¡No tenemos por qué temer que vayan a hacerlos lesos o que los empaliquen al estilo Soquimich!

De hecho, el señor ministro de Relaciones Exteriores de Chile, don Heraldo Muñoz, llegó muy eufórico, anunciando que gracias al TPP nos pondremos “más modernos” y que el gobierno estima que gracias a ese Tratado nuestra economía podrá tener un crecimiento adicional de, fíjese Ud., un cero coma 8%.

Además se dio a entender que ya le parece que es seguro que el Tratado Transpacífico va a ser ratificado por los parlamentarios de Chile, Estados Unidos, y las demás 10 repúblicas involucradas.

Pero fíjese Ud. que en Estados Unidos, en Europa y en un sector creciente de la clase media culta latinoamericana, ya existe mucha información relevante, en gran medida gracias a las filtraciones informativas de Wikileaks y del equipo de Snowden,

De hecho, en estos momentos está pareciendo bastante dudoso que el Congreso de Estados Unidos vaya a ratificar ese proyecto, sobre todo en marzo o abril próximo, cuando se estará iniciando la durísima campaña electoral para elegir un nuevo parlamento federal y un sucesor a don Barack Obama.
En realidad, bajo el gobierno del presidente Barack Obama, el Partido Demócrata ha sufrido una especie de demolición. De acuerdo a los datos electorales divulgados por el columnista Rory Cooper, de Vox, durante este gobierno los demócratas han perdido más de 900 escaños en las legislaturas estaduales, 12 gobernadores demócratas han sido desplazados por sus rivales republicanos…

Y en el Congreso Nacional, en Washington, la bancada demócrata ha perdido 13 escaños en el Senado y 69 en la Cámara. Hablando claro, el gobierno de Barack Obama ha sido ruinoso para su partido, al extremo de que las dos principales posibles candidaturas presidenciales del bloque progresista-demócrata, los senadores Hillary Clinton y Bernie Sanders, ya se declararon abiertamente opuestos a aprobar el TTP.

Bernie Sanders anunció en Conferencia de Prensa que hará todo cuanto sea posible para derrotar la propuesta del TTP. Y agregó textualmente: “En este país lo que necesitamos es una política económica y comercial que favorezca a la gente, a las familias trabajadoras, y no que sean sólo una maniobra en favor de los jerarcas de las corporaciones multinacionales”.

Por otra parte, la senadora Demócrata Elizabeth Warren, se declaró airadamente en contra del TTP, y denunció que el Tratado Trans Pacífico contiene propuestas que son aberrantes ante cualquiera institucionalidad de derecho. En concreto señaló que la entidad llamada Investor-State Dispute Settlement de hecho constituye un tribunal de privado justicia que queda por encima de las legítimas Cortes de Justicia de las naciones involucradas.

Otras figuras decisivas del Partido Demócrata, como el pre candidato presidencial Martin O’Malley, ex gobernador de Maryland, y Jim Webb, ex senador por Virginia, están instando a sus correligionarios a votar en contra del TTP.

Pero más importante que el rechazo de los demócratas al Tratado Trans Pacífico, es el rechazo actual de muchos republicanos, incluyendo a numerosos de los que antes habían apoyado el fast track para facilitarle a Barack Obama la elaboración del proyecto manteniéndolo en secreto y renunciando a que el Congreso pudiera incorporar correcciones o modificaciones a los textos que presentara el Ejecutivo.

De partida, el principal precandidato republicano a la presidencia, Donald Trump, ya calificó el proyecto como “un engendro desastroso”, y denunció que, detrás de una pantalla de supuesto libre comercio, el TTP lo que propone es un sistema coercitivo completamente contrario a lo que es libre competencia.

Más aún, Donald Trump señaló que si la China quisiera asestarle un golpe ruinoso a la economía de Estados Unidos, le bastaría con aceptar la invitación que hizo Barack Obama y se sumara al TTP, pues el texto del tratado en el hecho le permitiría llevarse a la China más de un millón de los mejores puestos de trabajo que todavía quedan en Estados Unidos.

El senador republicano Ted Cruz, quien al principio había apoyado el TTP, ahora se unió a los senadores Marco Rubio, Rand Paul y Orrin Hatch, presidente del Comité de Finanzas del Senado.

Este último recalcó que el hecho de que antes se haya aprobado el fast track, de ninguna manera asegura que el proyecto que presente Obama vaya a ser aprobado.

El Gobernador de Louisiana, Bobby Jindal, se declaró también furiosamente en contra del TTP, señalando que Barack Obama no le merece confianza, y el célebre gobernador republicano de Arkansas, Mike Huckabee, despotricó en contra del TTP diciendo “No se puede confiar en un tal Barack Obama que dice que va a negociar un tratado en favor de los trabajadores de Estados Unidos, no señor!”.

Por lo pronto, ya se conoció que el TTP contempla la eliminación de nada menos que 18 mil disposiciones que establecen tarifas y otros beneficios para los agricultores estadounidenses, precisamente en los estados donde la mayoría de las familias de agricultores son de tendencia republicana, y se van a sentir traicionadas si ese partido es cómplice de despojarlos de la protección actual.

De allí que en la bancada republicana estén dando máxima importancia a que la aprobación o el rechazo al proyecto de TTP que presente el gobierno, se dirima antes de abril, para que sea consumado cuando esté recién empezando la contienda electoral.

Se trata de evitar que el electorado se incline masivamente en favor de aquellos candidatos demócratas que se ya se declararon contrarios al TTP.
Pero más allá de toda esa inmediatez de la política cotidiana y sus más bien patéticos protagonistas, hay ya una enorme colectividad internacional que, además de denunciar los contenidos dictatoriales del Tratado Trans Pacífico, ahora desde ya están coordinándose para realizar una gran movilización masiva, sobre todo en Estados Unidos y Canadá.

Por lo pronto, en Estados Unidos, ya se formó una organización proclamada como “Popular Resistance”, Resistencia Popular, que ya reúne a 58 organizaciones importantes de derechos humanos, ambientalistas, sindicalistas y dirigentes sociales y vecinales, que proyectan iniciar movilizaciones de protesta en Washington DC, a partir del 16 de este mes.

En tanto, las confederaciones sindicales de Estados Unidos, encabezadas por la AFL-CIO, están por su parte diseñando una intensa campaña que puede incluir desde protestas hasta otras formas mucho más duras de presión sobre los políticos.

Pero, ¿cuáles son los contenidos del Tratado Trans-Pacífico que están produciendo tanta reacción de rechazo vehemente, sobre todo en Estados Unidos y Canadá?

Básicamente, en la perspectiva estadounidense y canadiense, se está denunciando que el TTP es una maniobra enorme de las grandes sociedades anónimas transnacionales, apuntadas a desplazar los más importantes y bien remunerados puestos de trabajo hacia los países con más bajas remuneraciones.

Se menciona, por ejemplo, que multitud de puestos de trabajo en la industria electrónica ya está desplazándose desde Estados Unidos y Canadá hacia Burma, donde los trabajadores en general son inmigrantes que se encuentran en situación de virtual esclavitud, y ganan menos de la vigésima parte de lo que gana un trabajador estadounidense que realice la misma función.

Con ello, por un lado, se producen artículos electrónicos elaborados en términos de miseria, y por otro, mediante el TTP, esos mismos productos son enviados a Estados Unidos donde se venden a precio de mercado. O sea, el TTP produce consolidación de un despiadado abuso sobre los trabajadores, bajo la figura de que ese régimen es necesario para atraer a los inversionistas extranjeros, y, al mismo tiempo, con ello provoca cesantía de los trabajadores industriales de Estados Unidos, y con ello derrumba la capacidad adquisitiva de la gente, lo que provoca estancamiento en el consumo interno, caída en las exportaciones de Estados Unidos y por consiguiente déficit en la balanza comercial de la nación.
Igualmente, el Tratado Trans-Pacífico omite por completo poner disposiciones que realmente impidan la manipulación monetaria por parte de los bancos centrales de los países involucrados. Precisamente bajo la figura de evitar la manipulación de los tipos de cambio, se establece que a los bancos centrales se les prohibirá intervenir haciendo compas o ventas masivas de dólares para regular el precio de esa moneda, como lo hizo el gobierno de Sebastián Piñera en Chile, para apoyar a los exportadores agrícolas.

A las transnacionales les conviene que el valor del dólar se mantenga alto y estable, pues con ello sus pagos a los países involucrados, resultan más bajitos en moneda nacional.

Es decir, mientras por un lado las transnacionales presionan a los gobiernos para desbaratar o debilitar la legislación laboral y la acción de los sindicatos, por el otro lado maniobran para que el tipo de cambio abarate en dólares los salarios que se paga a los trabajadores.

De hecho, en Chile, un trabajador con un salario de 240 mil pesos, ganaba el equivalente a 402 dólares de 600 pesos. Pero ahora, con el dólar a 697 pesos, ese trabajador ha quedado ganando sólo 345 dólares. En dólares le bajaron 57 dólares por cada mes. Lo que ha perdido el trabajador, y lo han ganado las transnacionales sólo por el truquito del tipo de cambio.

De allí que una de las propuestas más importantes para los sindicalistas de Estados Unidos, apunte al fortalecimiento del sindicalismo a nivel internacional, a fin de evitar que el abuso contra los trabajadores en ciertos países se mantenga como instrumento para que las transnacionales obtengan ganancias enormes.

El analista económico Dean Baker, del diario británico The Guardian, destaca el mito de que el TTP pueda impulsar la economía al eliminar barreras comerciales. El señala que, la verdad, es que casi todos los países involucrados ya desde antes tienen tratados de libre comercio, y en la práctica las barreras ya son inexistentes.

Igualmente, países como Chile, en realidad seguirán vendiendo sus productos a los mismos compradores que ya tenía, a los precios que determine el mercado, y en las condiciones que nos impongan las transnacionales.

Los temas más relevantes a nivel mundial, son los referentes atópicos no comerciales sino a medidas autoritariamente impositivas sobre los países signatarios que invariablemente actúan en favor de las grandes corporaciones transnacionales.

De partida, señala el analista británico, el TTP sí establece que los conflictos de intereses comerciales entre alguna transnacional y alguno de los gobiernos signatarios, van a ser dirimidos en una especie de tribunal privado de justicia, con alta representación de las transnacionales, cuyos jueces actuarán como árbitros, y cuyos fallos estarán por encima de cualquier fallo que hayan emitido los tribunales de justicia de cada país. O sea, el fallo del tribunal privado que establece el TTP, podría incluso anular fallos de la Corte Suprema, si considera que se ha perjudicado las ganancias que alguna transnacional esperaba obtener.

Pero todavía más que el absurdo jurídico de los tribunales privados por encima de los tribunales legítimos, se está denunciando que los términos del TTP implican un impacto devastador sobre la libertad de expresión e información, y que las atribuciones que se están otorgando a las transnacionales apuntan sobre todo a Internet.

Así lo denuncia el artista y empresario musical Evan Greer, quien opera uno de los más activos e importantes servidores de internet especializados en teatro, música y espectáculo en América del Norte y Europa. Según él, el TTP establece un exorbitante endurecimiento de los derechos de autor que corresponden no a los artistas mismos, sino a las transnacionales que se adueñan de ellos.

Indica que la ampliación y endurecimiento de las medidas de castigo bajo la figura de supuesta violación a los derechos de autor o copyright, atentan gravemente al derecho de los usuarios de expresarse, de entregar información y de obtener información a través de internet. De hecho, señala Evan Greer, las atribuciones que el TTP otorga bajo la figura de defender el copyright, permiten en la práctica establecer un sistema brutal de censura.

Incluso, señala, el TTP establece un mecanismo para aplicar censura, forzando a que los proveedores de Internet asuman el rol de policías de copyright, con atribuciones para incluso borrar material o aún cerrar una cuenta de Internet si consideran que pudieran estar violando de algún modo alguna de las extrañas formas que puede tomar el copyright. Y eso, sin necesidad de que exista una orden judicial, y sin que se establezca ninguna reparación en los casos en que se afecte a algún usuario que haya sido inocente.

O sea, sólo hay castigo, aunque sea injusto, no hay corrección del castigo.
En realidad, las denuncias que están ya movilizando a tantos y tan prestigiosos protagonistas de la cultura, la política y el derecho, a nivel internacional, aparecen con una solidez de realidad y racionalidad que, verdaderamente, nos llevan a sentir asombro de que algunos gobiernos, como el de Chile, tengan sentimientos triunfalistas por haber quedado involucrados.

Como señalaba antes, el proyecto TTP tiene 30 capítulos y más de 6 mil cien páginas. Hay que pedir ayuda para conocerlo cabalmente, más allá de las palabritas escogidas por los relacionadores públicos y los lobistas de las transnacionales.

En Chile, hay que prestarle atención al sitio web eldesconcierto.cl, y también el diariodigital.cl, que ofrecen muy abundante información en castellano, y en términos claros y directos, y que corresponden, con gran profundidad, a los contenidos que fundamentan el rechazo al TTP en Estados Unidos.

Y, en último término, lo que se está planteando es que el Tratado Trans-Pacífico es algo que va lejos más allá del interés político de Estados Unidos. Prácticamente todos los analistas políticos de mayor prestigio aparecen coincidiendo en que el TTP es desastroso para Estados Unidos tanto como para los demás países involucrados.

Y que las únicas gananciosas son las grandes sociedades anónimas transnacionales. Esas que, como señaló el premio Nobel Joseph Stiglitz, son entidades que no tienen alma, ni tienen familia, ni tienen patria… y sólo sirven al lucro como única divinidad.
En fin, para quienes no hayan tomado nota de los sitios web que informan en profundidad sobre el TTP, les ofrezco remitir sus direcciones junto con un dossier con algunas traducciones complementarias sobre el tema.

Hay que preocuparse ahora, que todavía queda un poquito de tiempo.

Hasta la vista, amigos. Cuídense. Es necesario. 

 

escrito y audio : Ruperto Concha de Radio Bio Bio 

 

Fuente: resumen.cl

http://resumen.cl/20...destape-al-tpp/

 

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Omasa

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Off topic, Ruperto Cocha, antes era habitual que nuestro amigo  @FMcidín subiera sus crónicas en el foro, se le extraña! 


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